
A mediados de julio, el abogado Luis Eduardo Thayer Morel publicó el libro ¡Para «el buen vivir»! (Ediciones La Cebra). Se trata de un ensayo donde de manera simple invita al lector a entender como el neoliberalismo se ha ido aprovechando de los avances tecnológicos y finalmente las responsabilidades sociales de las empresas, en relación al cuidado del medio ambiente.
En el libro, el autor define qué es el «buen vivir» y explica por qué decidió titular el ensayo con ese concepto.
«El “buen vivir” –Sumak Kawsay (en quechua de Ecuador) y Suma Qamaña (en aymara de Bolivia y norte de Chile) podemos, en síntesis, decir que, para pueblos indígenas que hablan esas lenguas, significa llevar una vida en armonía con todas, todos y ‘todo’: mujeres, hombres, ancianos, ancianas, jóvenes, niños, niñas, naturaleza y medio ambiente. La armonía implica construir una relación de iguales entre seres humanos -sin importar sexo, etnia, ni situación socioeconómica- con el planeta Tierra o ‘casa común’», explica.
El nombre del libro se le ocurrió al autor cuando ya estaba listo, y para Thayer resume en término simples la intención y el objetivo que buscaba comunicar.
«Aprender que vivimos en un mundo cada vez más grande por el acceso que tenemos a él, pero que es cada vez más chico, porque tenemos que repartírnoslo entre un número cada día mayor de personas que viven más tiempo. Así, si queremos alcanzar la armonía del buen vivir, tenemos que empezar a pensar en la necesidad de reducir la ‘cantidad de confort para vivir’ de los menos, para hacer primar la ‘mejor calidad de la vida’ para todos con todas las consecuencias», relata.
El ensayo se presentó en el Senado y contó con la participación de la senadora Yasna Provoste, quien destacó que el libro es una forma de conocer el pensamiento del autor.
«Es un texto auténtico que rebosa sinceridad y que además muestra un optimismo a toda prueba», destacó la senadora.
Los desafíos de la democracia
El ensayo de Thayer habla de las preocupaciones actuales y sobre todo de los desafíos de la democracia.
«Me parece que desde que el neoliberalismo se fue imponiendo desde mediados de los setenta del siglo pasado, el poder económico fue sometiendo el accionar del poder político a sus intereses y reduciendo la vida en sociedad a su concepción de la economía, porque la elección del poder político cada día se aprecia como un acto más bien ‘formal’, ya que el Gobierno, el Parlamento y la Justicia, aunque algunos personeros intenten resistirse, terminan siendo influidos y hasta subordinados a los dictados de los grupos que poseen el ‘poderío económico’. Sin duda que el crecimiento de esta distorsión es una de las causas de los estallidos sociales y de la pérdida de confianza en todas las instituciones», afirma el autor.
En esa misma línea, sostiene que «la democracia participativa y su promoción es esencial para consolidar la estabilidad social y política en el país».
«Digamos que ‘el buen vivir’ de nuestra sociedad actual y futura requiere que el pueblo se organice libremente en todas sus expresiones. Sólo así, la acción política del Estado podrá fundarse en encontrar respuesta a los requerimientos sociales. Es indispensable involucrar activamente la participación de las personas a través de sus organizaciones en la consecución de sus auténticos y respectivos objetivos. Esta es la piedra angular de los equilibrios de la sociedad», afirma.
«Por eso la urgencia de impulsar, reimpulsar y fortalecer las juntas de vecino, los clubes de barrio, culturales y deportivos, la sindicalización, las cooperativas, las corporaciones de desarrollo regional y municipal y muchas otras organizaciones sociales y comunitarias. No se puede seguir legislando, por ejemplo, para los grupos que tienen capacidad de presión fáctica o de expresión preferente, porque ‘los demás’ que son más las grandes mayorías van quedando al margen, trayendo como consecuencia el debilitamiento de los equilibrios y de la democracia», agrega.
En el último capítulo, Luis Eduardo Thayer se refiere específicamente a los desafíos de las empresas en los próximos años. En ese sentido afirma que estos están en función de los fenómenos medioambientales.
«La empresa se enfrenta a una disyuntiva de la cual pende en gran medida ‘el buen vivir’ de la humanidad: ‘consumir ambiente para producir’, o bien, ‘¿qué producir versus qué y cuánto ambiente consumir?’. Los ‘nuevos hechos’ derivados de esta disyuntiva han ido aumentando las responsabilidades sociales de la empresa, las que priorizadas debieran ubicar, en primer lugar, aquellas que deben responder a los compromisos más globales con la sociedad, partiendo por la supervivencia del medio ambiente para llegar, al final, a satisfacer los fines y responsabilidades, digamos, más ‘mezquinos’ o internos», expresa.
«El rol futuro de la empresa la llevará a un nuevo paradigma donde el concepto tradicional de ‘el dueño’ o el ‘controlador del paquete accionario’, que reúne el poder de la propiedad, ya no será el dominador absoluto de su administración en función de satisfacer su interés específico de maximizar las ganancias, sino que deberá subordinarlos a la satisfacción de otros intereses sociales que sean prioritarios. El cumplimiento del rol futuro de la empresa estará muy ligado a cómo se genere la autoridad en la empresa en función de responder con fluidez y justicia a todos los intereses y responsabilidades -presentes y futuros- involucrados en ella», añade.
El libro ¡Para «el buen vivir»! discute con ciertos debates que se han generado a lo largo de propuesta constitucional.
«Espero que este ensayo pueda ser un aporte al debate sobre el modelo de sociedad el que debiera poner la política y la economía al servicio de las personas y no al revés… La propuesta constitucional de la Convención es muy completa y me parece que devela una alta conciencia sobre la problemática medioambiental, porque traza caminos claros sobre los cuales desarrollar las políticas públicas sobre esta materia», concluye.