Las religiosas Carmelitas Descalzas de la comunidad ubicada en San José de Maipo (Región Metropolitana) compartieron —a través de una carta dirigida a los chilenos— sus reflexiones sobre la propuesta de constitución elaborada por la Convención Constitucional. La reflexión nació en el seno de este grupo de mujeres dedicadas a la contemplación, inspirada en la figura del mexicano Juan Diego, el primer santo indígena, y la virgen de Guadalupe a propósito del reconocimiento de los pueblos originarios. Guadalupe es la primera aparición de la Virgen María en América, fuera de Europa.
“Nos parece que la nueva Constitución, en la cual han trabajado sin horario 154 hombres y mujeres escogidos y mandatados por el pueblo de Chile, reconoce a los pueblos indígenas como naciones, restituyéndoles, siquiera parcialmente, sus tierras, sus aguas, su lengua y lo esencial, su dignidad, es un gesto que dignifica a Chile y alegra profundamente a María, Virgen de Guadalupe. Es justo darle el espacio que les es propio a nuestros hermanos de pueblos originarios que nos han permitido construir en unión con ellos, este hermoso país, llamado Chile”, dice el escrito.
Esta declaración, surge de manera independiente y releva materias distintas a las manifestadas por los obispos de Chile, luego de su asamblea plenaria en julio pasado.
“Nos parece importante y destacable el artículo 67 en el inciso 1: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y de cosmovisión y en el siguiente 67.3: El Estado reconoce la espiritualidad como elemento esencial del ser humano; en ninguna otra constitución se había hecho mención a esta dimensión trascendental del ser humano”, agregan.
Además, agradecen lo planteado en los derechos sociales como: salud, educación, vivienda, pensiones, trabajo, entre otros temas que consideran esenciales.
“Esta nueva Constitución es ecológica, respeta y legisla sobre la naturaleza, como nos lo pide el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, en que nos llama a respetar y amar la ‘casa común’, la tierra y los bienes naturales comunes. El agua, elemento esencial para la vida, se regula según las necesidades humanas, las necesidades de la naturaleza, la agricultura y en último término las actividades mineras y agrícolas exportadoras. La ecología y la higiene del alma son valores absolutamente necesarios en una sociedad como la de hoy orientada hacia el consumo, el egoísmo y lo superficial, carente de solidaridad y empatía con el hermano».
Afirman que la nueva Constitución es perfectible «y se puede solucionar con el diálogo, el respeto y la buena voluntad, pero lo fundamental es que se constituye como un Estado social de derecho; se concibe a Chile como una República solidaria, donde los derechos humanos, individuales y colectivos, son el fundamento del Estado; se estructura una democracia participativa, inclusiva y paritaria, además de regional, dándose un gran paso para que cada región pueda auto determinarse y desarrollar sus potenciales. Estos conceptos son esenciales para entender toda la nueva Constitución y el norte de ella. Si rechazamos la proposición de una nueva Constitución estamos rechazando la posibilidad de dar un paso grande en el devenir de nuestro país”.
Y cierran con una reflexión con un extracto de la homilía del Cardenal Silva Henríquez en el Te Deum de Septiembre de 1974, que cita el Papa Francisco en su última Encíclica Fratelli Tutti N° 14: “Los pueblos que enajenan su tradición y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y finalmente su independencia ideológica, económica y política”.