Encontrar el amor en otra persona, un romance cómplice, donde haya confianza, pero también pasión y mucho “apañe”, el proceso de construir con un alguien el destino. Sin embargo, ¿cómo sabemos si este amor que tenemos hoy es el verdadero?
Esta pregunta se la han cuestionado millones de personas a través del tiempo y desde todas las áreas del conocimiento: el arte, música, poesía, psiquiatría, ciencias, no han podido resistirse a la tentación de analizar este ideal.
En más de una ocasión la cultura popular decidió una respuesta “correcta”, a veces situada en la personalidad de nuestra “otra mitad”, que sea amable, servicial, cariñoso/a, que te ame exclusivamente y que sea para siempre, son algunas de las más comunes.
Lo cierto es que, independiente de lo anterior, las nuevas generaciones han traído al debate otras formas de ver el amor y las relaciones de pareja. Algunos separan lo sexual de lo emocional, algunas piensan que se puede amar a más de una persona.
Este interesante análisis es el que nos trae la escritora mexicana Aura García-Junco en su reciente libro “El día que aprendí que no sé amar”. Oriunda de México, Aura fue seleccionada en 2019 por la revista Granta como una de las mejores narradoras en español menores de 35 años. En conversación con El Mostrador Braga, reflexiona sobre este relato que combina literatura, sociología y feminismo, poniendo en tela de juicio lo que se nos enseña durante la vida acerca del amor.
“Aunque seamos ‘progres’, conservadores o quimeras, el peso otorgado a la idea de exclusividad en una relación amorosa es un tema que levanta pasiones”, explica la autora.
Para Aura García-Junco, socialmente se nos educa para aspirar a una utopía: el día en que finalmente descubramos el Amor Verdadero y encontremos a nuestra “media naranja”. Sin embargo, la fantasía del “amor romántico”, lejos de ser la eterna felicidad que se nos promete, “es el origen de muchas de nuestras miserias, y está atravesada por expectativas que conjuntan contexto político, cultural e historia personal”, explica.
Ya que en su propuesta va más allá de hacer una crítica a la monogamia, considera que El día que aprendí que no sé amar es un “(anti)manual” para repensar los patrones que mantienen a la sociedad dividida “en un binarismo que cosifica al otro y nos impide crear expectativas más realistas y relacionarnos con un humano, y no con un ente abstracto en nuestra imaginación”.
En este nuevo lanzamiento, el cual llegó a las librerías de Chile en febrero de este año, mezcla el formato del ensayo, en una arista personal donde comparte sus reflexiones de vida, pero también se sustenta de una profunda investigación, “intento hacer un marco histórico y sociológico de situaciones que tienen que ver con las relaciones afectivas, desde el sexo hasta el poliamor, pasando por el consentimiento, el ligue en aplicaciones y básicamente con un toque de humor y un toque de seriedad”, cuenta.
¿De dónde proviene la idea del Amor Verdadero?
En el libro, Aura plantea que la idea de Amor Verdadero -con mayúscula-, está muy ligada a lo que entendemos por “amor romántico”, que es una forma muy rígida de concebir las relaciones.
Para empezar, implica monogamia, hay una serie de cosas que se esperan, como que te comprometas con una sola persona a largo plazo y que esa es una “elección más o menos mística y cósmica que te señala a alguien en particular”, comenta. Por ello es que existe todo un mito sobre el amor a primera vista o de la media naranja.
Por otro lado, está la concepción de que el amor es finito, “que es lo que nombro como economía de la escasez, siguiendo el libro, desde la ética, se dicta que el amor es uno solo. Imagina que tienes una especie de pastel de amor y que entre más personas tomen una rebanada, menos pastel les toca, por lo que no hay una manera de que ese amor se reparta equitativamente. Entonces, el poliamor o las relaciones no monógamas le pegan mucho a muchos de estos supuestos del amor romántico”, explica.
También, la autora plantea un eje que tiene que ver con el género, especialmente cuando se trata de parejas heterosexuales, “pues es picarle las costillas a muchas cosas, por ejemplo, un hombre tiene que ‘poseer’ a una mujer, pero, si ‘la está dejando’ (dando permiso) de hacer cosas con alguien más, pues es un pusilánime. Si la mujer quiere estar con más de una persona, pues es una puta”, analiza.
El poliamor como una agresión a las “buenas costumbres”
Para la autora, las personas al hablar sobre las relaciones abiertas se lo toman como un ataque personal, porque contradice todo lo que se ha enseñado. También entra en acción los traumas de abandono de la gente, “y eso lo ve también uno en personas que tienen un genuino interés de intentar una relación abierta, pero a veces, pues, no pueden en ese momento”.
Actualmente, en Latinoamérica existe una socialización absolutamente diferida entre hombres y mujeres, la autora plantea que sigue habiendo una educación que le dice a los varones que tienen que buscar el poder y, que si no lo tienen en algún sentido de su vida, son inservibles.
“Si no hallan el poder afuera de su casa, lo van a buscar tenerlo dentro o, incluso, en ambos lugares, porque esa es la socialización que tienen”, comenta Aura. Luego, por otro lado, plantea que tenemos una socialización femenina que tiende a ser muy concesiva y dispuesta a pasar por encima de sus propios límites y deseos en pos de un sueño.
“Por eso a mí me parece tan perniciosa la idea de amor romántico, porque es una manera de ver las relaciones que está dispuesta a pasar a través de la violencia, porque al final del camino sugiere que hay una especie de paraíso y que incluso esas son pruebas. Ahí también pasa muchísimo el catolicismo de por medio”, reflexiona.
Para la escritora, este libro puede ayudar a quitarse un gran peso de encima, si bien no es un libro de superación personal, es un relato que plantea preguntas, que apunta a un modo de generar una ética personal del amor, de lo que consideramos correcto o incorrecto dentro de nuestras relaciones. “También invita mucho a hacer un viaje por la propia historia personal del amor y las cosas que hemos creído importantes”, puntualiza.
Es un libro que te obliga a enfrentarte a cosas duras, pero que también ayuda a quitarle peso a otras. “Me contaba una chica cuyo novio acababa de morir y que estaba muy triste, que, además, se sentía obligada a guardarle una especia de duelo eterno. Ella sentía que su historia amorosa había terminado en ese momento, por toda esta obligación de que si quieres a alguien lo vas a querer solo a él/ella toda la vida y, si no lo haces, tu amor no fue verdadero”.
El día que aprendí que no sé amar
Para Aura, esta obra le interesaba que fuera como una charla, que el y la lectora se sintiera como conversando de estos temas con una amiga, que no fuera un libro “acartonado” sobre teoría. “Cuando tienes una conversación con alguien y tú le cuentas algo de tu intimidad, eso de alguna forma invita a abrir un vínculo que de otra manera no se crea”, puntualiza.
En el proceso de redacción, leyó muchos textos y, uno de los que le llamó más la atención fue el de Amor Líquido de Zygmunt Bauman, “se me hacía que era un libro que estaba escrito desde afuera de la realidad, desde una observación sin nada de calle, esta cosa muy filosófica en la que sientes que hay un señor barbón arriba de una nube, observándolo todo como un narrador omnisciente del mundo”.
Por ello, su intención fue ir hacia lo cotidiano, que actualmente son las redes sociales, los videos, conocer citas en aplicaciones y conversar desde la intimidad, aquellas dudas que rondan por la mente y que se silencian ante lo que la sociedad ha establecido como lo verdadero.