«MalaMente», una novela de Gabriel Dukes Cohen: en la búsqueda del padre a través del psicoanálisis

Un hombre ya mayor, impecablemente vestido, seguro de sí mismo, llega a la consulta del psicoanalista, el doctor Lev, le cuenta a este que tiene un cáncer al colon con metástasis hepáticas y que le quedan seis meses de vida. No quiere sin embargo una terapia para enfrentar ese tiempo final, solo está allí porque quiere contarle su vida, dejar memoria de esta. El psiquiatra duda acerca de recibirlo por lo inusual de lo pedido por el hombre, pero finalmente acepta escucharlo, tener unas sesiones con él y ver si seguían después de un par de estas. Termina Lev, el psiquiatra y narrador, por involucrarse en profundidad con Raúl Alonso Saldivia, que así se llamaba este extraño paciente.

La historia sigue hasta que llega el anunciado final de Raúl. Lev va a la iglesia donde han velado a este y se asombra de la poca cantidad de personas que hay en la misa de difuntos; y, entre ellas, un hombre de alrededor de treinta años con manifiesto parecido con el difunto: su hijo. La soledad es evidente y grande. Lo golpea.

El encuentro entre el hijo de Raúl y el doctor Lev, quien se presenta como el psiquiatra que ha tratado al fallecido, es de una gran displicencia por parte de aquel. Pero ante esta indiferencia, el analista concluye que seguramente no volverían a verse, ya no estaría la relación con Raúl y la vida sigue; pero Raúl se ha quedado en la mente y el alma de Lev. Este quedó cogido en las redes de esa relación, aun cuando intentó la separación entre el profesional y su paciente.

No pasa mucho tiempo en que Lev recibe una llamada de Rodrigo Saldivia, el hijo de Raúl, quien le pide que lo reciba; tampoco quiere terapia, está allí solo porque quiere saber de su padre, quién fue el que lo abandonó y cuyos recuerdos de él son de total desafecto y lejanía, aparentemente: “-¿Sabe quién me enseñó a andar en bicicleta, doctor? El jardinero de mi casa?” (p. 28), una pincelada… Cuentas pendientes entre ese hijo abandonado en su niñez y su padre, militar retirado con un nebuloso pasado, desconocido, y que queda sutilmente insinuado: más allá de saber que perteneció a los servicios de inteligencia en tiempo de la dictadura, poco sabremos respecto de su profesión y sí de su vida. Un solitario, un escéptico, un ser del que nunca conoceremos todo.

Y aquí seguirá la historia – que es mucho más que este pórtico, esto es solo la entrada a la novela, sin quitar al lector lo que le corresponde descubrir por sí mismo –, acuerdan psiquiatra y Rodrigo una terapia, y Lev se compromete – incluso tomando precauciones para hacerlo con restricciones, para evitar las transferencias entre paciente y psiquiatra, pero las que no podrá eludir tampoco esta vez – con la compleja vida de Rodrigo, y tenemos acá el profundizar en la mente de un hombre cuyo conflicto con el padre determina en gran parte su vida. El facultativo se introduce en esos recovecos del alma humana, en esos túneles por donde hemos pasado todos y que están difuminados, nebulosos o en la oscuridad, hasta revisitarlos para entender mejor quiénes somos y, en lo posible, vivir mejor después de regresar de ellos. El problema no resuelto con el padre (en menos grado en esta novela, con la madre, aunque también ausente y presente), cómo en la ausencia este es presencia en la vida del hijo. Cómo buscar en él, en ese casi desconocido, claves que permitan entender el hoy, quién soy.

Una novela que va mucho más allá de una historia de abandono; una que bucea en las profundidades de la mente sobre las implicancias del padre en la historia de un hijo. Citamos para contextualizar mejor: “A Rodrigo le resulta tan doloroso recordar a sus padres que se ha encargado de hacerlos desaparecer en su mente. Lo que no sabe es que este tipo de maniobras de olvido dirigidas por su inconsciente tienen un costo enorme para él. Rodrigo está mutilado emocionalmente. Si no puede recordar ni a su padre ni a su madre, ¿qué recuerdos le quedan? Es un huérfano sin un solo lugar en la tierra donde pueda sentirse seguro y acogido” (p. 159). “Tengo ganas de llamarlo. No alcancé a decirle que los pacientes como él tarde o temprano enfrentan a sus demonios que se encuentran al fondo de un túnel y que hay que resistir. Buena parte del trabajo que hemos hecho hasta ahora ha consistido en buscar el escondite de la bestia, acorralarla y retarla a duelo. Si Rodrigo aguanta, saldrá victorioso. Si sucumbe, habrá vencido su lado enfermo y habrá destruido quizás para siempre su única posibilidad de ayuda” (p. 228).

En síntesis, una apasionante novela, con sutiles alusiones a hechos históricos de Chile del siglo XX, dejando a la interpretación del lector solucionar los enigmas de algún personaje; narrada en primera persona por el psicoanalista que trata a Raúl y Rodrigo, padre e hijo; narrada también desde la empatía y perspectiva de Lev, hijo él de un sobreviviente de Auschwitz, su buen padre, muy anciano, enfermo, cerca de la muerte –; una mirada hacia esos espacios donde están la raíces de nuestra historia profunda, la “sala de máquinas” de la embarcación en que navegamos… La relación subterránea, para bien o para mal, del padre con el hijo, la búsqueda de respuestas respecto de los progenitores y el despertar de fantasmas, seres y lugares, de la mano del psicoanalista, como una visita a la fuente misma – no siempre manando agua clara, más bien turbia ahora –, de mucho de lo que somos.

(MalaMente, Gabriel Dukes Cohen, Editorial Forja, Santiago, septiembre de 2022, 253 páginas)

Para saber más de lo que está pasando en el mundo de la ciencia y la cultura, súmate a nuestra comunidad Cultívate, el Newsletter de El Mostrador sobre estos temas. Inscríbete gratis AQUÍ